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Dublineses

En lugar de, por de pronto, el escenario de las calles de Dublín, con la fascinación y el odio que suscita; ese vagabundeo que es  a la vez espacial y temporal, donde se unen lo vivo y lo muerto, la presencia deformada y por momentos burlona de otros relatos por debajo del relato principal; la mezcla entre lo autobiográfico, los datos  y personajes reales y la ficción. Y, fundamentalmente, la idea de “epifanía”, el cambio repentino e imprevisto de la experiencia, esa forma de conocimiento no exenta de cierto espíritu religioso, que permite reunir en una escena la verdad de una vida.
Dublineses puede leerse, y efectivamente lo es, como un minucioso fresco de un lugar y una época. Estos cuentos, con su sutileza, con su emoción esbozada, también con sus continuos pasos de comedia, con la tragedia adivinada de sus finales detenidos, siguen tan vigentes como a principio de siglo.