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El diablo y Dios / Los secuestrados de Altona

En El diablo y Dios (1951), el personaje central Goetz encarna magistralmente el mal, el mal absoluto; lleva así sus tropas deliberadamente a la muerte y descarga su responsabilidad en Dios. Y cuando aparentemente cambia, por una apuesta, pretendiendo hacer el bien, gana por medio de trampas. De hecho, Goetz no cree en Dios ni en el diablo; quiere lo absoluto, quiere ser uno u otro por ambición o afán de asombrar, pero sin que entre en juego ninguna creencia.

En cuanto a Los secuestrados de Altona (1960), su acción ya no se basó en tiempos remotos; al contrario, se situó en días rigurosamente contemporáneos a su escritura, en la Alemania posnazi.

Franz, uno de los que colaboraron con ese régimen, se niega a reconocer la derrota y vive enclaustrado, ajeno al tiempo transcurrido. “Pretendí que me encerraba —dice Franz en el último acto—, para no asistir a la agonía de Alemania, pero eso es falso. Yo deseé la muerte de mi país y me secuestré para no ser testigo de la resurrección”.