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Ayante

Áyax o, más correctamente, Ayante Telamonio (hijo de Telamón), héroe de la guerra de Troya, habría merecido por sus hazañas heredar las armas de Aquileo a la muerte de éste, pero se las dan a Odiseo. Esos son los antecedentes del asunto de esta tragedia, centrada en las consecuencias del ofuscamiento del protagonista, quien, por deseo de venganza, quiso matar a los Atridas pero masacró el ganado y a sus guardianes, de lo cual no hay testigos salvo que alguien vio a Ayante saltar por la llanura con una espada ensangrentada. La consecuencia inmediata de ese error es una nueva deshonra para el héroe, que decide suicidarse, acción que no puede aparecer en escena, según las normas clásicas, por lo que posiblemente ocurre de modo oculto; la segunda consecuencia es la discusión sobre si merece o no ser enterrado, cuestión que acerca esta pieza a Antígona, donde también se prohibía la sepultura de Polinices, “traidor a la patria”. Esa discusión enfrenta a Menelao y a Agamenón con el medio-hermano de Ayante, Teucro, y es resuelta por Odiseo, quien presenta una actitud ética diferente de la habitual en el mundo heroico. Si el asunto es la humillación y el suicidio de Ayante, el tema puede ser la dignidad humana más allá de toda diferencia entre enemigos. Mientras que, a propósito de Antígona, podemos preguntarnos si ella hubiese enterrado a alguien que no fuese su hermano, aquí Odiseo reclama la sepultura para alguien que no sólo no es pariente, sino que además lo consideraba enemigo.