Muy pocas veces se vieron personalmente, pero anudaron una larga e intensa relación epistolar. Las Cartas a Mílena forman parte de los textos kafkianos de carácter más autobiográfico; tal vez sea sólo una manera de decir: un sello personal intransferible –entre la extrema piedad y el extremo terror– marca sin fisuras todos y cada uno de sus escritos.