Salustio divide su percepción de Catilina en dos campos: el ánimo y el cuerpo. El denso caudal de doble energía encerrado en su “gran vigor tanto del ánimo como del cuerpo” irá manifestándose a medida que se desarrollan los hechos. La magnitud del elogio a ese vigor es directamente proporcional a la altura desde la cual él deberá caer, como todo personaje trágico que comete un error. El personaje se construye desde las estrategias más variadas: el retrato, discursos directos y pensamientos expresados con la mediación de un narrador omnisciente, cartas que simulan planes de alejamiento y disimulan planes de levantamiento, movimientos estratégicos de la narración en tercera persona, todo lo cual contribuye a conformar la imagen física y moral y la galería de rostros que se superponen en Catilina para expresar su complejidad. Lector y auditorio van componiendo las piezas de esa personalidad, anunciada desde el principio como potencialmente difícil.