Publicada en París, en 1939 por la editorial Albin Michel, Dos presenta el clima histórico y social de la Francia de entreguerras. En ese contexto, de jóvenes que retornan del combate, se inscribe el transcurrir de sus sentimientos amorosos.
Irène Némirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942) los hace deambular por fiestas, bailes, restaurantes, hoteles, ciudades, casas de veraneo, en una búsqueda frenética y continua del placer sensual como única fuente de vida. Sin embargo, la sensación siempre consciente de que esos impulsos son tan efímeros los abruma, los derrumba. El casamiento aniquila la pasión, y los amantes se vuelven taciturnos y automatizados. El desencanto resulta ser la única salida para el futuro de los afectos, en un presente cargado de recuerdos felices, que solo brillan en ese pasado idílico, no tan lejano, aunque también incompleto y sufriente. Hay un forzamiento continuo para volver a vivir lo que se ha sentido. Y en ese forzamiento, afloran las traiciones, los silencios, la desazón, el tedio.
El relato se va intercalando con los pensamientos de los personajes, y por momentos, la figura del narrador parece adoptar sus puntos de vista también, e insiste en sostener la idea de que dos seres se han hecho uno solo, y que, a pesar de combatirse, de odiarse, son “como dos ríos que han confundido su curso”. La pasión debe ser abandonada, en detrimento de una extraña y presente compañía.