En esta obra, como en ninguna otra, Robert Louis Stevenson (1850-1894) expresa la intención de trabajar con las zonas menos claras. En ellas va colocando una serie de elementos religiosos, diabólicos, desconocidos.
Nada es transparente, porque en el interior del hombre están instaladas las tinieblas, a las que apenas se puede acceder a través de una neblina débilmente iluminada. Y la identidad misma es un misterio, tan oscuro como las noches en las que Jekyll se transforma en Mr. Hyde.