XXIII
«Adiós, Sol», dijo Cleombroto de Ambracia,
y desde lo alto de la muralla saltó al Hades.
No conocía ningún mal digno de muerte, pero había
leído un solo texto de Platón sobre el alma.
XXIII
«Adiós, Sol», dijo Cleombroto de Ambracia,
y desde lo alto de la muralla saltó al Hades.
No conocía ningún mal digno de muerte, pero había
leído un solo texto de Platón sobre el alma.