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Fragmentos II

La obra del siciliano Empédocles resulta una síntesis genial de diversos elementos heredados, ensamblados por él en una visión del cosmos concebido como uni-totalidad orgánica y viviente a la que pertenece el hombre, daímon caído que anhela las sendas que lo liberen de la acción del Odio (Neîkos) y lo reconduzcan a la unidad, obra de la Amistad (Philótes). Con Anaxágoras retornamos a la Jonia; su estadía en Atenas y su enseñanza entre los jóvenes intelectuales de allí –particularmente la referida a la acción del Noûs (“inteligencia”) que, separado de las cosas y subsistente en sí mismo, rige todo el movimiento cósmico– dejó huellas indelebles. Demócrito es el máximo representante del atomismo antiguo junto con Leucipo, pero la mayor parte de sus sentencias transmitidas atestiguan una preocupación por la ética o, más precisamente, por esa cuestión también fundamental para Sócrates: “cómo hay que vivir”.