En momentos de profundización de las contradicciones y de crisis, como ahora entre nosotros, preguntarse por las condiciones del pensamiento filosófico significa preguntarse por la esencia de la reflexión y, por lo tanto, por la esencia de la filosofía que el terror, contraponiéndose como respuesta, trata de coartar. Una vez más: es la guerra la que anida en la verdad, y quien la enuncia es, a su manera, un combatiente. Estamos lejos del sospechoso respeto que se mantenía en la historia escolar de la filosofía, para la cual el filósofo se pensaba, como decía Husserl, un funcionario de la Humanidad. La política, pasando también ella, como vimos, de la representación al terror, quiere convertir a todos en burócratas de su estado. Faltos de asumir el riesgo, ¿seremos, de aquí en más, aunque nos creamos situados lejos de él, sólo Burócratas de la Humanidad?