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Geórgicas

Por eso no es sorprendente que culmine con el mito de Orfeo y Eurídice, imagen del trágico deseo humano de vencer a la muerte.
Virgilio no oculta la dureza del trabajo que la tierra impone al campesino: sabe cuánto se agrietan las manos que empujan el arado o cardan la lana, los labios que castiga el frío o la sed; puede ver cuántas veces resulta inútil el esfuerzo, porque tormentas, plagas o sequías arruinan la obra de bueyes y de hombres. Pero sobre la fuerza ciega de la naturaleza, el labriego puede, en cierta medida, imponer su designio. Y aun cuando no lo consiga, sabrá reconocer al menos, mediante su inteligencia, que un orden superior sostiene y conforma el Todo.
Acaso este libro intenta responder a una pregunta crucial: ¿podemos amar la vida, aun con todos sus afanes e ingratitudes? Cuanto más sincera es la pintura del dolor de vivir, tanto más ha de emocionarnos que la respuesta sea, a pesar de todo, afirmativa.