Hombre de desahogada posición económica, vinculado a los círculos de la clase alta porteña, Gregorio de Laferrére (1867-1913) se inició en el mundo del teatro por ánimo de juego, con la comedia ¡Jettatore…!, estrenada en 1904. Esta primera obra reveló un dominio sorprendente del lenguaje escénico y de sus dotes de observación, que a partir de las “manías” de los personajes le permite hacer la crítica de las costumbres de la sociedad porteña de principios de siglo, en este caso, sus dardos apuntan sobre la credulidad de los porteños que excluyen a ciertos personajes por creerlos portadores de la mala suerte. Al éxito de su primera obra le siguió Locos de verano, estrenada al año siguiente. La “locura de verano” de cada uno de los personajes produce una especie de automatismo y de aislamiento; cada uno de ellos vive en el mundo encerrado de la manía y de allí nace el efecto cómico de la obra, comicidad acentuada por la velocidad tanto de réplicas como de los movimientos escénicos.