Una divinidad es encadenada a una roca sobre un abismo por oponerse a la voluntad de Zeus. Tras robar el fuego, que simboliza la cultura, y entregarlo, junto con “ciegas esperanzas”, a los hombres, Prometeo calla un secreto: cómo puede producirse en el futuro la caída de Zeus. El más importante de los dioses necesita obtener esa información para evitar su futura desgracia. En este enfrentamiento, en el fondo, por poder, ni quienes llegan a interrogar a Prometeo de parte de Zeus, ni quienes intentan ayudarlo, como Océano, logran doblegar su voluntad. Sólo un acuerdo, según él mismo dice, abrirá las puertas a una solución.
Atribuida a Esquilo por toda la Antigüedad, la autoría de esta tragedia fue discutida posteriormente, aunque, hipotetizamos, la trilogía tal vez culminaba con una vuelta al orden, que redefinía el modo de concebir el ejercicio del poder entre los dioses con consecuencias sobre la vida de los hombres y, en particular, de los atenienses.