Skip to content

Teatro grotesco ruso: El matrimonio, de Nikolái Gógol; El primer destilador, de Lev Tolstói; El vals de los perros, de Leonid Andréiev

En El matrimonio, de Nikolái Gógol (1809-1852), el lector encontrará sutiles reflexiones en cuanto a los conflictos e intereses generados en el intento de asumir un vínculo matrimonial. Resultan muy graciosos los personajes que, en un pequeño pueblo de Rusia, intentan unirse formalmente en una boda poco esperanzadora. “En ella, lo grotesco mana, diáfano y vivo, de las situaciones y del diálogo, como el agua de la fuente”, afirma Cristóbal de Castro. Esta obra es moderna, en el sentido de la talla de autores como Bernard Shaw, pero al mismo tiempo es clásica, al evocar las obras de Molière.

En una faceta menos difundida como dramaturgo, Lev Tolstói (1828-1910) nos presenta como comedia en seis cuadros la reelaboración de un cuento previo, destinado a combatir los efectos nocivos del alcohol en el campesinado, para ser representado por ellos mismos, de un modo más eficaz. Así escribe El primer destilador o Cómo ganó el diablo su pedazo de pan, revelándose como un “gran bufo” al caracterizar a los diablillos de su historia del mismo modo que en una ópera cómica.

Por último, un romanticismo oscuro atraviesa la obra El vals de los perros, de Leonid Andréiev (1871-1919). El protagonista, Enrique Till, no puede escapar de su drama amoroso, rodeado de oponentes perversos. La obra es violenta en su contenido sarcástico, pero las escenas de oscuridad y de confusión se compensan con otras más coloridas y burlonas.