“Y esto es lo mejor de nuestra actividad: en la calma de nuestras potencias levantarse hacia lo divino mismo y danzar en torno a aquel, y reunir siempre toda la multiplicidad del alma en esta unificación, y abandonando todas las cosas cuantas hay después de lo Uno establecerse junto a él y unirse con el Inefable y (con el que está) más allá de todos los seres. Porque hasta este le es lícito al alma elevarse hasta que, elevándose sobre ella misma, termine tocando al Principio de los seres” (Libro I, cap. 3).