Primera incursión de Shakespeare en el género trágico, esta obra es ejemplo consumado de la “tragedia de sangre”, que floreció a inicios del auge del teatro isabelino bajo influencia de Séneca. Muy popular en su tiempo, despreciada luego por la profusión de sangre, recuperó el favor tras las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, gracias a una puesta de Peter Brook en 1955. Anthony Hopkins encarnó al protagonista en la versión fílmica de 1999.