“Cierta vez, alguien preguntó a Roberto Arlt por qué escribía teatro. Él pensó un momento, como si se tratase de algo inusitado, de una pregunta inesperada, y luego, como si acabase de descubrirlo él mismo, respondió: ‘Es mi modo de plantearle problemas a la humanidad’. Y dado que los problemas suyos eran los del hombre en cualquier punto del universo, nada mejor para expresarlos que el teatro…”, apuntó Mirta Arlt sobre la producción dramática de su padre.
África (1938) aparece como única pincelada luminosa dentro de la severidad del teatro de Arlt. Bastará reproducir una declaración suya en vísperas del estreno: “… lo que he querido es exaltar la maravillosa fiesta de colorido que deslumbra al turista en cuanto pone los pies en Marruecos”. Las breves burlerías La juerga de los polichinelas y Un hombre sensible completan este volumen.