Anne Brontë publicó bajo un seudónimo Agnes Grey en 1847. En esta novela hay calidades sorprendentes de realismo, de imaginación, de sentido poético, de maestría en el dibujo narrativo y en el colorido de los ambientes y de los personajes. Además, es una mordaz y vigorosa denuncia contra las condiciones de aislamiento, estancamiento intelectual y extenuación emocional en que trabajaban las institutrices a mediados del siglo XIX.