“Tomamos el té en la orilla y regresamos al Christ Church pasadas las ocho y cuarto de la noche. En esa ocasión les conté las aventuras subterráneas de Alicia”, relató Carroll en su diario. Al bajar del bote, Alicia le pidió que escribiera para ella ese cuento que acababa de improvisar y que tanto le había impresionado. Ocho meses más tarde estaba terminado el manuscrito que se convertiría en una de las obras más célebres de la literatura universal.