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Bruno

Entre la austera eticidad y el absolutismo del sujeto en Fichte, y la férrea construcción dialéctica de Hegel, Schelling, que se intercala entre ambos y con ellos compone la brillante tríada del Idealismo alemán, se destaca por la inquieta capacidad creadora, la riqueza de motivos y la fertilidad de un influjo manifiesto cada día más en influyentes metafísicos de nuestro tiempo. Severamente juzgadas antes, por lo nuevas y atrevidas, algunas de sus intuiciones fundamentales, se ha reconocido después con sorpresa su alcance precursor y aun profético, al comprobar que se adelantaron a importantes y renovadores puntos de vista sucesivamente adoptados por las ciencias naturales. Dotado de un extraordinario sentido para lo estético y de una profunda comprensión de la naturaleza, unió estas propensiones en su concepción de la realidad como una divina obra de arte y un organismo en el cual la naturalidad incuba el espíritu. “La naturaleza —dice— es el espíritu visible; el espíritu es la naturaleza invisible”. En esta obra, cuyo título originario es Bruno oder über das natürliche und göttliche Prinzip der Dinge (“Bruno, o del principio natural y divino de las cosas”, Berlín, 1802; 2ª edición, 1842), el autor busca incentivo y apoyo para sus ideas en Giordano Bruno y en ciertos planteos del Timeo platónico, conjugando así valiosas meditaciones del pasado con las suyas propias.