En 1778 Diderot trabaja ya en su Ensayo sobre la vida de Séneca. Al filósofo estoico le había tocado lidiar con un sangriento tirano, Nerón, de quien había sido el preceptor. No sería de extrañar entonces que Diderot hubiera recurrido a un rodeo histórico por la civilización romana para resaltar las fisuras que resquebrajaban al Antiguo Régimen francés.
“El infatigable vagabundo del pensamiento que es Diderot nos enseña a leer –apunta el estudioso Gregorio Cantera, responsable de la edición de esta obra–, y nos invita a leer, que, según Séneca, es otra forma de viajar. Errantes y sin asiento, como seres vivos que somos, nuestra época, como la de Séneca, como la del propio Diderot, también conoció la peste, y Albert Camus se atrevió a llamarla por su nombre. Para que, a cada paso, identifiquemos y combatamos el bacilo. No hacerlo así es el primer paso a la decadencia”.