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Ensayos

Si se prescinde del conocimiento que cuatro siglos han aportado a la palabra “ensayo”, lo primero que resulta sorprendente es el nombre del libro: hasta entonces la palabra no designaba como hoy un género literario, sino que conservaba su antiguo valor de prueba, tentativa, experimentación. El mismo Montaigne explica las razones de haberla elegido para denominar su obra: eludiendo toda jactancia, pretende despojar su pensamiento de cualquier barniz de erudición, elaborándola a imitación de los ensayos que producen los niños cuando realizan su aprendizaje. No menos original que el título resulta su contenido: Montaigne habla también de sí mismo. El tema del libro es el propio autor, sus pensamientos, sus experiencias. Textos críticos y opiniones eruditas sobre Montaigne ocuparían, según Jorge Luis Borges, vastas bibliotecas. Pero ningún texto, ningún análisis puede reemplazar su lectura, ni siquiera dar una idea de la riqueza y profundidad de la obra. Todo lo que pueda haberse dicho, todo lo que podrá decirse todavía, palidece ante el cuerpo vivo de uno de los libros fundacionales de la cultura occidental.