Desde hace más de medio siglo, año tras año, Norman Briski (Santa Fe, 1938) renueva su capacidad de sorprender. Construye día a día un lugar sobresaliente entre los creadores más originales del teatro argentino. No está en su personalidad dormirse en los laureles y no para de producir: escribe, actúa, dirige, milita, da clases y está al frente, desde hace 26 años, del teatro Calibán, una de las salas independientes más activas de Buenos Aires. También hace cine y televisión. Un huracán de trabajo y creación. Y todo con un estilo inconfundible. Dice Eduardo “Tato” Pavlovsky: “Briski es tan Briski… El de sus unipersonales, el de La fiaca, el de las películas de Saura… Imposible imitarlo. Tiene ritmos propios. Intraducibles. Velocidades y afectos singulares”.
Ese “Briski tan Briski” está presente, en plenitud, en su dramaturgia de hombre de teatro “total”. El lector lo comprobará en las obras de este volumen. No te vayas con amor o sin él ahonda en la relación de dependencia y poder entre dos personas que podrían haberse amado. El ojo del río indaga en la historia de los isleños del Tigre. En El pararrayos, recuerda cómo mantener vivos los vínculos entre hombre, mundo y sentido, y en El barro se subleva, despliega un estallido crítico de imágenes sobre las afecciones del capitalismo y el dinero. Todos los mundos dramáticos de Briski, bajo la constante del expresionismo, son instrumentos de develación: muestran el rostro profundo de la realidad argentina y mundial, siempre cargados de sentido político y atravesados por una comicidad que ilumina la conciencia. Briski afirma: “No me pongo en la cabeza hacer teatro político, o teatro stanislavskiano, o teatro brechtiano. Hago el teatro que tengo profunda necesidad de hacer, y creo que siempre resulta político por esa misma necesidad”. Un teatro de la pasión, del deseo, que surge de la raíz misma de su relación con la existencia. Un huracán que a su paso construye mundo.
Jorge Dubatti