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Teatro completo

Con el estreno en Londres de El abanico de Lady Windermere (1892) Oscar Wilde se convierte en el dramaturgo más celebrado por el gran público y la crítica de Inglaterra. Hasta ese momento era reconocido por sus poemas y sus cuentos, pero su familia y él solían pasar privaciones. A partir de esa noche, paladeará la fama y riquezas y su vida fastuosa se convertirá en la comidilla de una sociedad cuyos prejuicios pone, implacable, al desnudo. Luego de Una mujer sin importancia (1893), el 3 de enero de 1895 sube a escena Un marido ideal, su tercera obra importante, con la presencia del príncipe de Gales en la sala, algo inusual y promisorio para el futuro del escritor. El 14 de febrero de ese mismo año se estrena en el teatro St. James La importancia de llamarse Ernesto, su comedia más brillante y también la última.
El encanto y la vigencia del teatro de Wilde puede explicarse por su ingenio verbal, uno de sus rasgos distintivos; ese modo de decir, lejos de ser formal, constituye su estructura, y está significa una diferencia. A la absolutista moral victoriana de costumbres hipócritas, el escritor, un irlandés exiliado en Inglaterra, opone la voz de otros desterrados por una sociedad que los ignora o convierte en víctimas. La gracia del lenguaje, lejos de mimetizar los rituales, arranca las máscaras y desnuda las intenciones. 
Estética e ironía se resuelven en la réplica aguda, despojada de dramatismo pero colmada de profundidad.
Celebrado y luego escarnecido, el 30 de noviembre de 1900, víctima de una meningitis cerebral, murió en la miseria a los 46 años. 

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