Suave es la noche (1934), que fue acogida por la crítica con las más diversas reacciones, puede considerarse como la emocionada trasposición literaria del propio destino del autor. Es una de sus últimas obras, de la época en que el favor del público estaba abandonando a Fitzgerald; éste, como el protagonista Dick Diver, pudo ver a su mujer Zelda volverse loca y a él mismo descender a abismos semejantes a los que vivió su personaje.
Raymond Chandler opinó que Fitzgerald poseía la más rara cualidad en toda la literatura: “el encanto… una especie de tenue magia”.
Prólogo, traducción y notas: Gregorio Cantera Chamorro