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De la Tierra a la Luna

No es difícil imaginar  el asombro de los lectores en 1865 a medida que recibían esas entregas cada día hasta juntar la historia entera, en una Francia que corría a todo vapor hacia el futuro; pero quizá sea mayor todavía, a esta altura del desarrollo de la ciencia y la tecnología, nuestro asombro admirado de los delirios que puede crear la mente, y que el tiempo muestre que esos delirios eran en realidad anticipaciones, la narración en pasado –para hacerla más verosímil– de lo que iba a ocurrir muchos años después. Porque para captar esas voces del futuro, De la Tierra  a la Luna demostró un oído singular.