El hombre que ríe (1869) experimenta, como Los miserables, el influjo de aquellos intentos sociales que habían hecho de Victor Hugo un hombre político, y la pasión se muestra ardiente, en páginas densas de clima. Es esta la más personal de las obras de Hugo, aquella en que la fórmula de la antítesis es puesta más claramente al servicio de una ideología: un saltimbanqui filósofo, Ursus; un monstruo de alma luminosa, Gwynplaine; una huérfana ciega, Dea; una duquesa pervertida constituyen sus motivos fundamentales. Es poderosa en esta novela la evocación de la Inglaterra del siglo XVIII donde, en fuerte claroscuro, la brutalidad popular estalla bajo el barniz de un orgulloso refinamiento.