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Martín Fierro

A principios de 1872, José Hernández volvió a Buenos Aires de su refugio brasileño en Santa Ana do Livramento, donde vivía desde la derrota del caudillo entrerriano Ricardo López Jordán en Ñaembé. El “fastidio de la vida de Hotel” del que habla Hernández en una carta de entonces a su amigo José Zoilo Miguens procedía, en buena parte, de los efectos de esa desolación. La lectura y la pluma sirvieron, entonces, de alivio a su aburrimiento.